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viernes, 26 de julio de 2013

Idea shock 8: gobernar es educar


Propongo ?gobernar es educar? con una política pro bici. Es pensar más allá de la política subsidiaria de transporte y expresar una convicción política: arriba de una bici la vida es mejor.

por Oscar Landerretche -






A NIVEL internacional, el “principio de subsidiariedad” es la idea de que una materia sea siempre manejada, regulada o fiscalizada por la autoridad más descentralizada, pequeña y local posible. En Chilito, en cambio, se entiende por Estado subsidiario otra cosa: que sólo debe intervenirse en cosas que los individuos privados en el ejercicio de su autonomía (expresada en los mercados) no logran hacer.
Implícitamente, lo que se nos dice es que las preferencias individuales reveladas en el mercado son la métrica universal del bien; que se necesitan, por ende, muy buenas razones para intervenir sobre esos comportamientos y ni hablar de intentar alterar las sagradas preferencias individuales (por eso ni medios públicos  ni educación pública). 
Debe ser porque trabajo en la facultad fundada por Pedro Aguirre Cerda, pero yo tengo la impresión de que una parte central de las tareas de un buen gobierno es justamente persuadir cambios en comportamientos y preferencias… “Gobernar es educar”, decía Don Tinto. 
Por ejemplo, cada vez que uno habla del fomento del uso de la bici, los expertos derivan hacia la política de transporte urbano: tiempos de desplazamiento, estacionamientos, emisiones, intermodalidad… etc.; esto es, a un marco de subsidiariedad con preferencias individuales como verdad revelada. Es raro, porque si me preguntan a mí, yo quisiera convencer a más personas de que si se suben a la bicicleta van a ser más felices, sanos, cívicos, limpios, solidarios y creativos. Esto es, quisiera usar la bici como vehículo educativo, porque creo que ellas contienen valores. Lo digo sin ningún complejo.
¿Cómo determinar quién tiene derecho a educar con políticas públicas? ¿Qué cosas de este tipo se pueden hacer y cuáles no? ¿Cómo evitar que esto se abuse y salga de madre? Con democracia pues; democracia bien desarrollada, intensa, despierta, y con “contrapesos y balances”. No hay otra fórmula. Y, además, no vale esto de que por flojera de no avanzar en nuestro desarrollo democrático entonces tomamos el castrante sobreseguro de no permitir nunca movilizar el potencial educador del Estado.
Por eso, la idea de hoy es un renacer glorioso del “gobernar es educar” con una política pro bici. 
Ya hay iniciativas bacanas como las bici azules de Providencia o las naranjas del Banco Itaú, pero yo lo que pido es más power. Por ejemplo, el Metro podría tener una red automatizada de arriendo de bici tipo Londres (con tarjeta Bip!) para acercamiento a estaciones; podríamos implementar en cada capital regional esos planes de circuitos concéntricos de ciclovías que se han propuesto o fomentar la bici entre estudiantes e instruirlos en ciclismo urbano seguro. Lo que digo es pensar más allá de la política subsidiaria de transporte y expresar una convicción política: que arriba de una de bici la vida es mejor. ¿Me entienden? Cletismo leninismo… sin complejos. 
Y, de paso, nos podría servir de tratamiento psiquiátrico para superar la tranca de la subsidiariedad. Quizás luego podamos ensayar el anarcolibrismo, el jardinismo comunitario, el artismo amateur, el deportismo barrial, el ingenierismo popular, el musiquismo clásico y su variante: el corismo vecinal, y quizás uno que otro totalitarismo más.

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